En la gran explanada de acceso a la vieja fortaleza, hay un viejo pozo, que según mi dijeron, jamás pierde el agua.
Mi sirviente que se había convertido en amigo, me conto una vieja historia sobre el origen de aquel prodigio.
***
― ¡agua fresca!… ¡agua fresca!― un hombre con dos grandes cantaros se acerco a la puerta del palacio ― traigo agua fresca ¿queréis un poco?
― vete viejo ― un soldado amenazó con una lanza al hombre que no le miro ― ¡no me has oído! ¡Márchate viejo!
― no queréis agua… esta fresca ―
― No viejo… márchate o te enviaremos a las canteras ―
― ¿a mi?― con tono burlón hizo una reverencia ― a caso un pobre viejo puedo molestar a unos bravos y valientes soldados
― te llevaremos ante el príncipe si no te vas… no quiere mendigos… ni vendedores ambulantes ― el segundo soldado se adelanto unos pasos, amenazante.
― Esta bien, esta bien… pero tal vez necesitéis mis servicios si me buscáis me encontrareis en la fuente de piedra al norte ― había misterio en el tono de voz de aquel hombre, que dio media vuelta a su asno y se marcho hablando solo
***
― ¡mi señora!… ¡el pozo!― una muchacha interrumpió el paseo de la princesa.
― ¿que quieres?―
― Mi señora, el pozo esta cubierto de hierba y huelo mal, el sabio dice que no es aconsejable beberla.
― ¿como es eso posible?… llamad al sabio… enseguida… tapad el pozo, hasta que el descubra lo que sucede.
― Bien mi señora ―
Varios hombres cubrieron el pozo con una tela y después la tapiaron.
La joven princesa estaba muy preocupada. No tenía noticias de que algo así hubiese sucedido antes. Su esposo estaba ausente, lejos en las montañas, y mientras le avisaba, y regresaba la situación podía haber empeorado; tenía que encontrar ella la solución.
― Mi señora ―
― Sabio, el pozo esta cubierto de hierba y desprende un olor terrible, que podéis decirme ―
― nada todavía… pero no os preocupéis pronto encontrare la causa y el agua se podrá beber ―
― ¿y mientras eso sucede?… ¿que hacemos?… es el único pozo del palacio ― nerviosa, inquieta, se cogio las manos.
― enviad a los mulos, en la ciudad hay varias fuentes de agua ― el sabio desbordado por la urgencia, intentaba calmarle.
― Si… eso… eso haré ―
La joven envió a la ciudad, cuantos mulos había en el palacio, con la orden de que subieran agua hasta que los aljibes estuviesen llenos, para que no faltase agua allí.
El sabio investigaba, creando formulas para destruir las hierbas que ya habían crecido, convirtiéndose en maleza que cubriera el pozo y ni siquiera el perfume de los jardines podía ocultarlo.
La situación era terrible. El constante trasiego de mulos era ya habitual. El agua se racionaba para que todos los habitantes del palacio pudiesen hacer uso de ella. Los riegos a las plantas disminuyeron, porque debía ahorrarse agua, aunque eso significara que los jardines se resintieran.
Todos estaban inquietos a pesar de los esfuerzos del sabio ninguno de sus trabajos parecía ser efectivo, al contrario parecían empeorar la situación.
***
Una mañana mientras observaba como los jardines habían empeorado.
― Mi señora… un soldado desea verte ―
― ¿traéis noticias de mi esposo?―
― no, es un guardia en las puertas del palacio ―
― ¿que quiere?―
― cree saber la causa de esta desgracia ―
― Princesa ― el soldado inclino la cabeza ― mi señora
― ¡habla!―
― hace unas semanas, un aguador vino al palacio, no le deje pasar…― se detuvo
― ¿y?―
― creo que fue él… él quien maldijo el agua ―
― ¿porque?… que os hace pensar tal cosa ―
― nos dijo que si le necesitábamos…― se callo, porque la princesa se había levantado.
― ¿creéis que… es él?―
― Señora, porque si no ha dicho que le íbamos a necesitar… esta tramando algo, señora ―
― encontradlo y trácemelo, quiero hablar con el…apresúrate ―
La princesa se quedo pensativa… ¿podía ser esa la causa? ¿Una maldición?… ¿únicamente porque se le había negado el paso? Esperanzada espero la llegada de aquel soldado y el viejo aguador.
***
Sentado bajo un avellano, un anciano descansaba, esperando que las horas más fuertes de calor pasarán. El agua de la fuente caía en un pilar, salpicando las hierbas siempre verdes y frescas que nacen junto a la piedra.
El ruido de unos caballos le sobresalto, no era habitual que a esas horas, alguien llegase hasta la fuente.
Tras la polvareda, varios soldados surgieron en la curva del camino que queda libre de árboles. Después el hombre se pudo en pie, ató los arreos al mulo y se colocó el sombrero; sabía porque aquellos soldados estaban allí, y quien les había mandado. Y lo sabía porque él era la causa del malestar del palacio. Y lo sabía porque les estaba esperando.
― ¡viejo!… acompáñanos ― el soldado no se bajo del caballo ― ¡vamos!
― Esta bien… esta bien no os enfadéis ― con calma se subió al mulo ―
― quieres hacer enfadar a la princesa, más de lo que ya esta ―
― No… La princesa… no desde luego ― su voz sonó burlona, pero al mirar a los dos soldados, comprendió que aquellos hombres no dudarían en golpearle.
― Pues date prisa ―
Los tres dejaron atrás el bosquecillo y avanzaron siguiendo un rió estrecho y embarrancado hasta la ciudad.
Después rodearon la colina y comenzaron a subirla hasta llegar al palacio.
En la puerta principal esperaban varios soldados más. El aguador, dejo el mulo y fue llevado hasta la princesa atravesando parte de los jardines que, debido a la falta de agua estaban casi secos.
El grupo llego hasta una estancia amplia de paredes adornadas con azulejos azules y blancos, sustentada por columnas débiles, finas de mármol blanco. En el centro, un trono de mármol igualmente blanco, lo presidía .Allí sentada una mujer vestida de azul celeste le esperaba.
― ¡mi señora!― uno de los soldados hizo una reverencia a la figura ― mi señora, el aguador.
― Que se acerque ― la voz inflexible y rígida lleno la estancia ― acércate ― ordeno ella ― habla ¿eres tu el causante de la enfermedad del pozo?
― Si ― el anciano no mostró aparente temor, pero la autoridad de la joven le sorprendió, había oído que la joven era una muchacha dulce.
― ¿cual ha sido el motivo?―
― ¿el motivo?―
― ¿te hemos causado algún mal?—
― No… aunque…―
― explícate… ¡vamos!―
― Vos no me habéis causado mal, pero la hospitalidad de vuestros soldados…―
― Mi gente será castigada si lo creo conveniente… pero vos quitad el mal que hay en el pozo ―
― No, antes de que vos hagáis algo por mi ―
― Yo….por ti…no me ofendas ―
― Si no lo hacéis no liberare al pozo ―
― ¡hablad! ―
― solo deseo poder ofreceros mi agua y que vos juzguéis si puedo venir a ofrecer mi agua a vuestros servidores ―
― ¿solo eso?―
― Si ―
― Y si acepto ¿liberareis el pozo?―
― ¿Cómo sabré que no pediréis otra cosa?―
― Señora, mi honor va en mi palabra ―
― Esta bien ―
― el mulo esta fuera del palacio y el agua con él ―
― traed el agua ―
Mientras el aguador, iba a por el agua, la princesa ordeno que los dos soldados no recibieran más pago durante dos semanas que un poco de pan y agua, por haber causado esa grava daño al palacio.
― Mi señora, el agua ―
― traed y acabemos con esto cogió el cazo que el aguador le tendía y bebió, estaba exquisita ― acepto que puedas venir a la puerta del palacio y mis servidores son libres para beber de tu agua, ahora levanta el mal que hay en el pozo
― ordenad a vuestros servidores que quiten la medare que cubre el pozo y que limpien las hierbas que han nacido en el y os aseguro que ese pozo nunca se secara, ni en los peores años de sequía.
Y se dice que el pozo nunca ha vuelto a secarse.
Y se dice que el aguador volvió muchas veces a las puertas del palacio.
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